
Eclesiastés:
Eclesiastés, sin embargo, es un libro que se
cataloga de lleno en la literatura “sapiencial”, que era una forma popular de
escribir del cercano oriente en la época del AT. Hoy día no es una forma común
y nos puede parecer desarticulada, con sus pensamientos, refranes y
observaciones acerca de la vida sin conexión aparente. Pero el tema de nuestro
libro es notablemente moderno y lo comparte un buen número de novelas y obras
de teatro del siglo XX.
El libro observa la vida a su alrededor y saca las conclusiones lógicas.
Esta es la vida “bajo el sol”, la vida tal y como el hombre la ve. El autor no
impone ideas preconcebidas. La vida como el hombre la vive, sin Dios, es fútil,
sin significado, sin propósito, vacía. Es un cuadro frío. La naturaleza y la
historia proceden en círculos: ¡No hay nada nuevo! Si uno saca el balance de
las pocas o muchas ganancias y la pérdidas de la vida humana, resulta que es
mejor estar muerto. La vida es injusta, el trabajo no sirve, los goces no
satisfacen, la vida buena y el pensar sabio son vanos debido a la muerte. ¡Sé
realista!, dice el libro. “Si la vida sin Dios es lo único que hay, mírala como
es. No finjas. No entierren la cabeza en la arena. Esta es la verdad de la
vida...”
Pero esto no es , como en tantos escritos modernos, sólo cinismo y
desesperación. Dios nunca quiso que el hombre lo dejara fuera de él. Dios puede
poner gozo en todos los aspectos de la vida: Desde la comida y el trabajo hasta
el hogar y el matrimonio, 2:24-26; 3:10-15; 5:18-20; 9:7-10. Quiso que el
hombre encontrara la última satisfacción no en la vida, sino en Él. El sabio
muere igual que el necio, es cierto, pero la sabiduría sigue siendo buena y
justa, 2:13, y el Señor juzgará al justo y al malo, 3:17. Disfruta la vida, no
como un epicúreo, “comamos y bebamos que mañana moriremos”, sino como un hombre
de Dios, porque dependemos de Él en cuanto a la vida y a su disfrute, 3:13;
5:19. La existencia vacía y vana no es inevitable: Recuerda a Dios mientras
eres joven, 12:1, respétalo y guarda sus mandamientos, 12:13.
El autor es el “Predicador” que parece un seudónimo del rey Salomón,
quien era hijo de David y rey en Jerusalén, 1:1, 12.

No hay comentarios:
Publicar un comentario