domingo, 28 de abril de 2013

Relato corto de "NIÑAS" por M.Carmen Martínez Gutierrez

"niña" con trenzas años 50-60


 " Niñas" es un relato de mi amiga M.Carmen, peró podia ser perfectamente el mio ...por los juegos, las amigas, los recuerdos,, las trenzas solo varia el paisaje y  unos poquitos años antes, que seria el mio. 
Tod@s, los que fuimos pequeños entre los años 50-60, se pueden identificar por lo tanto si les apetece compartamos con ella recuerdos inolvidables, también.
Hay un dicho popular que dice:" si añoras algo, re-vivelo de nuevo"




“NIÑAS”


Niñas, amigas de la infancia, queridas y añoradas. Jugando a las casitas. Las paredes eran los árboles de anchas hojas verdes, el suelo una alfombra de hierba fresca, donde buscábamos tréboles de cuatro hojas. El techo, un inmenso cielo azul decorado con nubes de algodón, tan transparente como nuestras risas.
Ecos de palabras, gritos y risotadas, cantando canciones de la infancia: “El corro de la patata”, “Ratón que te pilla el gato”, “¿Dónde están las llaves?” etc, y tantos juegos divertidos que se fueron perdiendo al tiempo que perdíamos nuestra niñez.

Niñas, inseparables, siempre juntas. En los recreos del colegío jugábamos al “-Un, dos, tres el escondite Inglés-” y corríamos despavoridas a escondernos. Por las tardes, a la salida del colegio, corríamos veloces a casa a por la merienda. –“¡Deprisa! que hemos quedado en el prado de la Buil, que sus padres ya han llevado a pastar las vacas y han dicho que luego le ayudemos a ella a llevarlas al establo”. Ese era el mensaje que nos decíamos unas a otras para quedar lo antes posible, sin perder tiempo. Y mientras las vacas pastaban tranquilas con sus cencerros sonando con la misma parsimonia que se movían ellas, nosotras teníamos aquél ancho mundo de maravilloso entorno, para invertarnos mil y una aventuras de caballeros andantes, de dragones voladores y extraños seres que se querían apoderar de nosotras. Historias, en las que cada una desempeñaba un papel a cuál de ellos más fascinante e improvisábamos sobre la marcha. Los perros que cuidaban de las vacas, eran nuestros guardianes imbencibles.

Niñas. Qué tiempos aquellos, tan entrañables. Qué momentos tan mágicos quedaron atrapados en la memoría de mi corazón, para repetirse una y otra vez, con la misma frescura de entonces.

Niñas. Amigas del alma. Viviendo aventuras por los rincones y callejones del pueblo, nuestro campo de batalla. Aún resuenan las zancadas y gritos  flotando como un eco, cuando corríamos por las callejuelas a escondernos en los pajares.
En verano, cruzábamos el rio por donde no cubría, saltando de piedra en piedra. Pero siempre, había alguna de nosotras que desafortunadamente, resbalaba y se caía en el agua, mojándose la ropa, entonces las demás nos reíamos con ganas, y no porque, se mojase, sino, por la extraña pirueta que describía en el aire mientras caía… y sobre todo por la cara de asombro que se le dibujaba.
Después corríamos por los campos plagados de flores silvestres de todos los colores y variedades, con los brazos extendidos simulando ser aviones detrás de las mariposas e insectos voladores y así, con la cálida brisa se secaba antes la ropa.
Acto seguido nos tumbábamos a ver pasar las nubes y jugábamos a encontrar animales escondidos entre ellas, o simplemente, a mirar como cambiaban de forma.

Niñas. La época más feliz de mi vida, porque solo vivíamos el momento, el aquí y ahora. Jugar, reír y divertirnos, con ausencia total de preocupaciones, ajenas a los problemas de los mayores. Siempre con la frescura de lo espontáneo y carentes de maldad alguna.

Niñas. Ávidas de indagar donde estaba prohibído y con la adrenalina saliéndose por todos los poros de la piel. Tumbadas cuál si fuésemos albóndigas, nos lanzábamos prado abajo, lo malo era que al final de la pendiente, discurría una acequia de agua cristalina y aunque no era profunda, sino calculabas bien, acababas metida dentro y con toda la ropa mojada…y a llorar se ha dicho. La de veces que me tuve que ir a casa…
En invierno, cuando todo era blanco impoluto, visitábamos el mismo prado, pero esta vez, abrigadas hasta las cejas: anaorack,  gorro,  bufanda,  guantes  y  botas altas. Llevábamos unos plásticos, grandes y fuertes, que nuestros padres nos cortaban a nuestra medida, y sentadas sobre ellos, nos lanzábamos por la pendiente de nieve, cuál si fuésemos en estupendos trineos. Aquello era gozar de verdad, gozar de lo lindo y como la acequia estaba permanentemente helada, pues no había problema alguno.
Como ha cambiado todo, antes empezaba a nevar a principios o mediados de Octubre y seguía nevando, en más o menos medida, al terminar Marzo. Ahora apenas algún año hay nevadas, solo en las montañas.

Niñas. Unidas por lazos invisibles, pero fuertes. Sin duda alguna, mi mejor amiga, siempre fue, es, y será: Mi hermana. Recuerdo  que mi padre, nos trajo una bicicleta, que en aquellos tiempos era un lujo inalcanzable, y nos sentíamos las reinas del mundo. Con aquella bicicleta aprendimos a montar nosotras y las demás amigas, aunque nos costó caídas y llantos, pero al final, lo conseguimos. ¡¡Que recuerdos tan felices al sentir la brisa en la cara y las trenzas al viento!!
Un día, mi hermana, aun sin controlar muy bien la dirección…ni los frenos, se fue directa hacia una vecina, que al verla venir, se puso en guardia y logró pararla, pero aún así, no evitó que se cayera con la bici, y la lechera llena de leche, que traía colgada del manillar. Tuvo que venir mi hermano a consolarla, avisado por la vecina, mientras yo no podía dejar de reírme y la ayudaba a levantarse. Ella lloraba, desconsolada e insistía que fue la vecina quién la atropelló a ella, mientras se miraba la sangre del rascón que se hizo en el codo.
Aun hoy, cuando lo recordamos, no podemos evitar reírnos.



Niñas. Siempre con los brazos abiertos, para, en cualquier ocasión, abrazar a nuestras madres, que venían de comprar, o de hacer algún recado. Y corríamos como perdigones  al encuentro de nuestros padres, cuando veíamos el camión, que los traía de trabajar en la mina de plomo.
Esperábamos a que bajasen del camión, y de un salto nos enganchábamos a sus cuellos para darles un beso, sintiendo aquellos brazos que, aunque cansados de tanto picar, eran fuertes y nos agarraban como si fuésemos plumas.
Eso lo añoro muchísimo y por un momento me gustaría volver atrás en el tiempo, para poder vivirlo todo de nuevo.
Sobre todo recuerdo la luz en los ojos cansados de mi padre y la dulce sonrisa de mi madre.

Niñas. Sintiéndonos  intrépidas e inmortales. Subiéndonos a los árboles, cayéndonos y destrozándonos las rodillas, que luego lucíamos con enormes costras dignas de admiración… y qué manera de reír por todo…

Niñas. Bendita inocencia.
…y que bella era nuestra sonrisa. Sonrisa de niñas.

Con todo mi cariño, os dejo unos de tantos recuerdos de mi infancia, será que estos días en cama, y para despistar al dolor, me trasladé hasta ésa época en la que todo era tan diferente, tan auténtico y maravilloso. Y aunque han pasado tantos años, la esencia siempre es la misma,  y creo que todos la conservamos por y para siempre, porque está en nosotros.

Espero que no os resulte aburrido y que lo disfrutéis tanto como yo.
Un abrazo amigas!!












3 comentarios:

  1. Hola, Lilhit!! Gracias por colgar mis recuerdos de la infancia. Siempre es bueno remontarse hasta esos tiempos tan entrañables y rescatar aquellas risas de felicidad y aquél encanto especial de cuando fuimos niñas. Al fin y al cabo seguimos conservando la frescura de aquél tiempo en algún rinconcito de nuestros corazones
    Un abrazo!! Maricarmen.

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  2. ...Me ha gustado tu introducción... y la niña de las trenzas, me ha recordado a mi... jajajajaja!! Lo digo en serio ¿eh?

    Un beso.

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  3. ya sabes que soy medio bruja, busqué en google y esta hacia aquella carita que teniamos de ingenuas. Las niñas de ahora ya muerden tan temprano. felicidades por regalarnos ese recuerdo. Galilea.

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