

LA MÁQUINA
En la estación de tren de cercanías que uso
de forma esporádica, hay una máquina de aquellas que a cambio de una moneda
deja escapar un bolsita de cacahuetes salados. Pues bien, cierto día vi como
una chiquilla leía las instrucciones con atención, introducía la moneda, giraba
la palanca… y nada, no salió nada. Pensando que tal vez no lo había hecho bien,
volvió a poner otra moneda, apretó la palanca y esperó, pero no obtuvo mejor
resultado que la vez anterior.
Casi todos los presentes hicimos causa común
con la pobre chasqueada, barboteando frases para todos los gustos… pero la
llegada del tren zanjó el asunto. Días después he seguido viendo la dichosa
máquina. Sigue en su puesto, erguida, recién pintada y llena de frutos, pero el
letrero que la divide en dos habla por sí solo: ¡No funciona!
Casi sin querer pensé en aquellas personas
que están en sus puestos, firmes, aguantando lo que les echen, cuando las
molestias son evidentes, claras y visibles, pero que no funcionan cuando el
servicio es anónimo o poco recurrente. Este tipo de gente es incapaz de sentir
asombro por una flor, admiración por una hormiga, amor por un pobre… Son amigos
de las grandes cosas, las más visibles, las que generan aplauso, las de corta
duración… y afirman que por las otras no vale la pena gastar el nombre y la
dignidad de cada cual. Con una media sonrisa pensé que los tales no cumplen con
la función para la que fueron implantados en este mundo, Eze. 33:7, en
consecuencia, a diferencia de la máquina inservible, a éstos y a nosotros se
nos pedirá cuentas cuando nos llegue el momento.
Miguel Bou.
Segur de Calafell- TGNA- 25 Mayo del 2013.

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